domingo, 17 de julio de 2016

Lectura e Identidad Caraqueña: Miranda y el oficio de leer (I) Eloy Reverón

Biblioteca Nacional de Venezuela

El 2do Encuentro “El libro, la lectura y la escritura como constructores de identidad patrimonial, aportó herramientas para la preservación de la memoria del mundo

En la ciudad de Caracas 8 de julio de 2016
Presentación

La acción de leer ha sido entendida en la presente reflexión como un instrumento liberador que habilita la identificación del ser humano como ser social en cuanto a que comparte su identidad con una comunidad los intereses propios del bienestar social, de la vida plena: la eudaimonía.

Nos igualamos o nos hacemos idénticos con Caracas porque estamos ubicados en esta ciudad y nos orientamos con la figura histórica de un ser humano notable como Francisco de Miranda, quien además de haber nacido en Caracas, conmemora durante este mes, el bicentenario de su partida; pero muy por encima de todas estas cosas importantes,
Miranda representa el paradigma del lector, el bibliófilo que tuvo la valoración de preservar de manera organizada el archivo más rico en testimonios de un peregrinaje por un mundo durante la crisis de la monarquía ante la irrupción de la nueva clase social que surgió de las nuevas relaciones de producción que había generado el embrionario capitalismo, la burguesía y sus tres revoluciones más importantes, en medio de las cuales estuvo involucrado este tenaz lector, para quien la lectura era fundamento esencial de su vocación por la grandeza.
Nuestra intervención en este evento se limita a transmitir una reflexión en torno a la importancia del oficio de leer desde la perspectiva de la identidad caraqueña de un lector excepcional, el mejor ejemplo de la importancia de la lectura para la construcción, no solo de la personalidad y de los oficios afines que de ella derivan, sino para la construcción de la humanidad. Es un ensayo inspirado en mi libro, El Gran Arquitecto de la Emancipación Americana (Francisco de Miranda) En proceso de publicación.

  Uno de los rasgos fundamentales de Francisco de Miranda lo constituye su cultura libresca respaldada por el reconocimiento que hicieron de un hombre que satisfizo su curiosidad por todo lo imaginable. Pero además de los 63 volúmenes de documentos cuidadosamente encuadernados, existen testimonios de una biblioteca de más de seis mil ejemplares, a los cuales debemos contar los libros de su primera biblioteca reunida durante los 11 años que vivió en España sumados los adquiridos durante dos años antes de iniciar su peregrinaje, la cual ha sido calculada por la historiadora granadina Consuelo Varela Bueno, sumamos 1498 volúmenes.

Nos proponemos transmitir el valor asignado a la lectura, al libro y a los Archivos desde la experiencia profesional, en cuanto la función de estos tres elementos y la identificación del lector con su comunidad histórica en virtud de la construcción de la ética liberadora.  En este espacio, utilizaremos al Miranda lector, y su relación con los libros y su archivo como testimonio de esa acción liberadora y como recurso para ilustrar, lo que todo esto significa para el oficio de investigador.


 Las cualidades del ejercicio de leer comienzan por la puesta en marcha del ejercicio con una musculatura que mantiene activos nuestros ojos mientras que el resto del cuerpo reposa. Son los músculos que realizan la función de llevar nuestra mirada hasta el papel de donde fluye una combinación simbólica que va generando un sinfín de imágenes y recuerdos que nos permiten relacionarnos con el mundo que nos rodea haciéndolo desde múltiples puntos de vista cada vez que lo hacemos desde la perspectiva de cada nuevo autor que exploramos, de las personas que escriben; y dependiendo del criterio que le apliquemos a cada uno, siempre existe la posibilidad que nos encontremos frente a especialistas dedicados a temas de nuestro interés hasta charlatanes con la habilidad de convencer a los editores de que sus libros se venderán aunque después nadie lo lea.

Lamentablemente la gran mayoría de la gente no aprecia al libro en este sentido, o en otra infinita cantidad de puntos de vista que se nos pueda ocurrir frente a la magia de un libro abierto. A las personas que leen mucho, generalmente pasan desapercibidas (Ners) porque consumen largas horas de su vida leyendo. Pero aquellas personas que han desarrollado un criterio para seleccionar sus lecturas, destacan por el brillo de elocuencia, y porque, además de alfabetizados han logrado ascender al plano de la betaganmatización, entonces estamos frente a alguien que además puede transmitir en breves líneas, el tema esencial de una lectura y sobre todo, contagiar a otros en el ejercicio de leer.
 
Durante su presentación en la Feria del Libro
La experiencia de los archivos es semejante a la de los submarinistas. Mientras el común de los mortales no va más allá de contemplar el azul marino, sin hacer consciente el hecho de que se trata de algo que en realidad es transparente, y en la medida que nos oxigenamos lo suficiente, podemos conocer más de cerca el origen de los fundamentos que llegaron a la superficie, bien sea a través de revistas, folletos, periódicos, libros, discursos, documentales, películas, programas de radio y televisión. Todo un sinfín de testimonios que dan fe de la existencia de una vida, en apariencia diferente a la nuestra. Es en este punto donde nos hallamos de frente a un oficio como el del historiador, vale decir, de alguien que conjuga el verbo investigar en primera persona del plural, porque se hace partícipe dentro de un diálogo que trasciende la vida de sus colegas de otros tiempos quienes abordaron los mismos temas y a los cuales se incorpora este exorcista del tiempo y el espacio humano. 

Para que esta magia exista es necesaria la identidad. Es preciso también que quien escribe una historia lo haga saber al otro en esa cualidad de lo idéntico, algo que nos identifica a ambos simultáneamente, valga la redundancia. Algo que es propio a la familia, al vecindario, la ciudad, el país, al continente y a la humanidad entera con quien compartimos la Histórica. Entendiendo ésta última en su mínima común expresión como la historia sin divisiones espaciales y temporales, como un instrumento de identificación de la comunidad para la construcción de la ética liberadora. La historia como la liberación. Como la entendió el Cronista de Caracas Enrique Bernardo Núñez.


Hasta este punto nos limitamos a advertir que más allá de lo placentero o lo fastidioso que resulte pasar horas echado frente a un libro abierto está la función liberadora del libro cuando se selecciona adecuadamente la lectura y se comparte con otros seres que tengan, siquiera una característica similar a alguna de las nuestras.

Escala Primera de un viaje hacia la Humanidad

Enrique Bernardo Núñez, el Cronista de Caracas, nos dejó una concepción de la Historia como Liberación, que tampoco sus biógrafos, a igual que los de Francisco de Miranda, han colocado en el justo lugar que le corresponde. Su ensayo sobre Miranda y la vocación por la Libertad, el cual apenas son unas notas para un estudio que el historiador preparaba sobre Miranda. Es en su concepción de la historia, expresada en forma magistral en forma de novela, curiosamente publicada el mismo año que Doña Bárbara donde este genio de la pluma nos enseña el arte de hacer saltar a los personajes de la historia en este presente donde adquieren su verdadera dimensión de inmortalidad. Nos referimos a la novela Cubagua. Pero lo hacemos en virtud de hacer saltar a Miranda hasta el presente desde esa cama falsificada por Michelena, en su célebre cuadro, "La Venganza del Mantuano" . La invitación es hacerlo saltar de esa condena cultural, de ese mensaje subliminal que adormece la conciencia patria que nos distancia de la realidad histórica.

Enfocamos y proyectamos nuestra reflexión desde el itinerario de un viaje que tuvo como punto de partida la ciudad de Caracas con destino a la península ibérica, donde comenzó su labor de levantamiento de información enciclopédica de las obras de arte y los signos culturales que la civilización moderna había emprendido bajo los influjos de la dominación cultural ejercida por los moros en España, desde cuya base la monarquía española expandió sus dominios imperiales en un territorio mayor que el de la metrópolis ibérica.


Un día de 1771 que los descriptores de la vida de Francisco de Miranda repitieron hasta el cansancio inicia una vida de viajes de alguien que salió el busca de alcanzar la libertad a sabiendas, o sospechando por muy buenas fuentes que esta libertad solo sería posible a través de la magia de los libros, en la habilidad para desentrañar sus enseñanzas y convertirlas el algo conocido, o estar próximo a encontrar en un futuro no muy lejano. La libertad a través del conocimiento.

Además de iniciar su carrera militar, Miranda amplió su formación realizada en la Universidad de Caracas, cuna de un espacio intelectual como muchas en nuestra América. Pero al llegar a Cádiz inicia una nueva etapa en su formación mediante clases particulares de los idiomas que llegará a dominar a la perfección y le permitirán abrirse paso hacia nuevos horizontes haciéndose entender con su vital inteligencia, expandiendo una ola de sabiduría por donde quiera que llegó. Esto sería el valor asignado por el creador de una profesión única en su especie, en su tiempo y en el nuestro. Él encontró un grado de utilidad a algo que se había convertido en algo más que un hábito, la pasión de comprender.

Antes de continuar con este personaje que tiene algo idéntico a nosotros, la condición de Caraqueño, de venezolano, haber nacido o vivido los años infantiles en este mágico lugar, tierra sagrada de los ancestrales habitantes del valle del Guaire. Antes que todo debemos dejar formuladas a manera de premisas, algunas interrogantes que nos deberán acompañar durante la travesía.

¿Qué grado de utilidad asigna nuestra sociedad al acto de leer?; ¿Cuáles son las necesidades que satisface?; ¿Qué bienestar o deleite genera estar echada o echado dentro de un chinchorro, con buena luz, tranquilidad y silencio suficiente como para poder estar allí, frente a una infinita gama de letras capaces de trasladarnos a lugares y épocas diferentes y que luego, nos trasladan de regreso realizados de nuevo durante ese viaje hasta el aquí y ahora. Más de una década en corazón del Imperio más grande del mundo, aprendiendo en integrando la relación entre todas las cosas, posiblemente el ideal libresco aprendido y con dinero a mano llena como para no tener más ambiciones que las espirituales. Recorrer el universo que de alguna manera induce la universidad en forma abstracta, pero que para Panchito, implicaba el reto de alcanzar esa universalidad de manera concreta. Pero no de la manera banal como proyectando su propia personalidad como la mayoría de las personas que se dedicaron a describir su vida.
 
Toda la Biblioteca de Miranda estaba destinada
a esa nación Suramericana que diseñó
Miranda para la Biblioteca de Caracas
Para explicar la personalidad de Francisco de Miranda es necesario no perder la vista del entorno histórico geográfico donde su vida se fue forjando con la fuerza de la voluntad de un martillo, pero conducida con la inteligencia y debida orientación de la punta de un cincel. Entendemos entonces que en el mismo ambiente original se forjaron otras personalidades, como Antonio José de Sucre quien llegó a Caracas desde niño a prepararse para su carrera militar en la academia de matemáticas. Simón Rodríguez que como expósito tuvo acceso a una información privilegiada, y como amanuense de los Palacios y Blanco, traer sus libritos de contrabando con la anuencia de su jefe, quien admiraba su inteligencia, formación y probidad, razones por las cuales quiso colocar a su nieto bajo su tutela. Podríamos hablar de Andrés Bello quien completó en la misma forma de Miranda en Madrid, Bello lo haría en la capital intelectual de aquel entonces, Londres. ¿Qué había sucedido allí para que se convirtiera en un foco de proyección de luces en tiempo de la Ilustración?    

En la Caracas del rey Carlos III, el grado de utilidad no pasaría de la mera recreación, vale decir, crearse de nuevo como una persona más instruida quien además lo ha hecho con profundo placer. Pero para un pequeño burgués como Panchito, que estaba en posibilidades económicas de pagar el precio de seguir leyendo, y salir al encuentro de ese mundo proyectado desde los libros llegados en aquellos barcos que también podían llevarlo a ese mundo donde estaba la gente que los escribía y la técnica que los había impreso. La modernidad que se venía convirtiendo en hegemónica, y él, con las posibilidades de navegar sobre la cresta de su ola. Tan solo porque había nacido en un hogar que ejercía un oficio que le permitiría entrenarse para poner el resultado de sus estudios, al servicio de la misma clase social emergente que le estaba brindando las posibilidades de partir.

Durante su primer destino español aprendió esgrima, música idiomas, geografía, historia, literatura clásica. Un entrenamiento intelectual para lo que el destino le tenía reservado. Pasaba la mayor parte de su tiempo leyendo y haciendo notas de cuanto podía satisfacer su sed de comprenderlo todo. Si su padre había despertado en Venezuela las envidias y resquemores que lo llevaron al plano del litigio judicial por parte de la clase decadente criolla, irritada ante la igualación a que había sometido el Rey y las circunstancia de la época; en España sería la de la clase militar de un país que había sufrido motines populares a causa de las necesidades insatisfechas como sucedió durante el motín del Esquilache. 
Motín de Esquilache
Atribuido a Velázquez
En medio de aquella España hambrienta e ignorante que sufría los rigores de la exclusión y la injusticia social en dimensiones más patéticas que el llamado Nuevo Mundo. Allí Panchito derrochaba las ganancias de las fanegas de cacao vendidas por su padre a los compradores metropolitanos, su padre el comerciante que ganaba más dinero con menos riesgo que los grandes cacaos mantuanos que también se enriquecían con la explotación de la mano de obra esclava.  

En nuestra cultura forjada en medio de una pedagógica para la dominación existe la tendencia a confundir a la visión de totalidad con la dispersión, y a la dispersión como tendencia a la pérdida del objetivo específico. Por tal motivo pensamos en Miranda como al ser humano que encarna al ser universal en la realidad de un itinerario por el universo de la cultura de la modernidad que se configuraba durante su paso por esta vida y por esta historia. La universalidad que la universidad deriva de la primera como representación de su espíritu, la recorre con su mirada palmo a palmo construyendo una visión global de la historia y la geografía como fundamento de una geopolítica y de un oficio de consejero formado como resultado de su actitud integradora del conocimiento que lo aproxima a la realidad a una distancia tal de sus biógrafos y de aquellas maestras en la escuela de las primeras letras que han divulgado la descripción de su vida, para verlo como a un simple precursor, que anunciaba lo que habría de venir.

La tan cacareada “universalidad del más universal de los venezolanos” no pasa de ser una visión superficial de la verdadera dimensión de su universalidad de la cual haremos referencia en la medida que continuemos avanzando en las diversas escalas de su odisea. En esta primera escala se encuentra en el umbral del Universo. Visita la capital del imperio más grande de la Tierra, mora en el puerto por donde llegó la riqueza que lo hizo crecer. Él se formó en la universidad del país que estaba produciendo la gran riqueza del Imperio, proveniente de una familia que había acumulado un enorme capital en el menor tiempo imaginable. Su universidad careció de la universalidad suficiente para reconocerlo e incluirlo en su limitado universo por ser blanco de orilla. Será un proceso de tenaz y constante trabajo sobre la formación intelectual. No se trata de una iluminación mágica por efecto de un rito de iniciación. Es esfuerzo para formarse como intelectual. Esto último no lo puede entender un intelectual de pacotilla que lee enciclopedias tras un micrófono, que no encuentra mejor forma de explicar la causa de la admiración y el respeto que causó la formación intelectual a un profesional de la milicia que se mostraba como un  especialista en las artes civiles de la guerra. La diplomacia.


Con los reales de vellón suficientes para pagar su dote de capitán del regimiento de la Princesa inicia su carrera militar y dedica el tiempo libre a reunir los insumos y la capacidad para recorrer el universo descrito por aquella universidad que apenas alcanzaba proyectarlo como una sombra sobre la pared de una caverna platónica. La universidad proyectada como universo en su espíritu, en su simbología y en su analogía está ante los pies de Panchito. Compra libros y se manda a cortar trajes de alta costura. Estudia la geografía y la historia del mundo que se propone recorrer. Tiene la universidad real a cada paso. No necesita proyecciones del universo. Recorre la universidad de la vida.  Va a desarrollar su técnica que ya pone en práctica en Gibraltar cautivando a personalidades importantes que le darían recomendaciones con otras personalidades. El primero y el más determinante de ellos lo conoce en ese puerto, y su tema de seducción han sido los libros, la transmisión de la fiebre de leer. 

De Jhon Turnbul nos ocuparemos en la segunda parte de esta entrega. Por ahora nos interesa dejar expresa la idea de que convertirse en un hombre universal significa algo más que recorrer el mundo, conocerlo y ser más famoso que Los Beatles. La universalidad es como la ética, ambas se forman en la identidad individual con una comunidad histórica y la integración de esa comunidad histórica en la humanidad entera. Unir, estrechar en la consciencia ese íntimo vínculo, la Unión.