Biblioteca
Nacional de Venezuela
El 2do Encuentro “El libro, la lectura y la escritura como constructores de identidad patrimonial, aportó herramientas para la preservación de la memoria del mundo
En la ciudad de Caracas 8 de julio de 2016
Presentación
La
acción de leer ha sido entendida en la presente reflexión como un instrumento
liberador que habilita la identificación del ser humano como ser social en
cuanto a que comparte su identidad con una comunidad los intereses propios del
bienestar social, de la vida plena: la eudaimonía.
Nos
igualamos o nos hacemos idénticos con Caracas porque estamos ubicados en esta
ciudad y nos orientamos con la figura histórica de un ser humano notable como
Francisco de Miranda, quien además de haber nacido en Caracas, conmemora
durante este mes, el bicentenario de su partida; pero muy por encima de todas
estas cosas importantes,
Miranda representa el paradigma del lector, el
bibliófilo que tuvo la valoración de preservar de manera organizada el archivo
más rico en testimonios de un peregrinaje por un mundo durante la crisis de la
monarquía ante la irrupción de la nueva clase social que surgió de las nuevas
relaciones de producción que había generado el embrionario capitalismo, la
burguesía y sus tres revoluciones más importantes, en medio de las cuales
estuvo involucrado este tenaz lector, para quien la lectura era fundamento
esencial de su vocación por la grandeza.
Nuestra
intervención en este evento se limita a transmitir una reflexión en torno a la
importancia del oficio de leer desde la perspectiva de la identidad caraqueña
de un lector excepcional, el mejor ejemplo de la importancia de la lectura para
la construcción, no solo de la personalidad y de los oficios afines que de ella
derivan, sino para la construcción de la humanidad. Es un ensayo inspirado en
mi libro, El Gran Arquitecto de la
Emancipación Americana (Francisco de Miranda) En proceso de publicación.
Uno
de los rasgos fundamentales de Francisco de Miranda lo constituye su cultura
libresca respaldada por el reconocimiento que hicieron de un hombre que
satisfizo su curiosidad por todo lo imaginable. Pero además de los 63 volúmenes
de documentos cuidadosamente encuadernados, existen testimonios de una
biblioteca de más de seis mil ejemplares, a los cuales debemos contar los
libros de su primera biblioteca reunida durante los 11 años que vivió en España
sumados los adquiridos durante dos años antes de iniciar su peregrinaje, la
cual ha sido calculada por la historiadora granadina Consuelo Varela Bueno,
sumamos 1498 volúmenes.
Nos
proponemos transmitir el valor asignado a la lectura, al libro y a los Archivos
desde la experiencia profesional, en cuanto la función de estos tres elementos
y la identificación del lector con su comunidad histórica en virtud de la
construcción de la ética liberadora. En
este espacio, utilizaremos al Miranda lector, y su relación con los libros y su
archivo como testimonio de esa acción liberadora y como recurso para ilustrar,
lo que todo esto significa para el oficio de investigador.
Las
cualidades del ejercicio de leer comienzan por la puesta en marcha del
ejercicio con una musculatura que mantiene activos nuestros ojos mientras que
el resto del cuerpo reposa. Son los músculos que realizan la función de llevar
nuestra mirada hasta el papel de donde fluye una combinación simbólica que va
generando un sinfín de imágenes y recuerdos que nos permiten relacionarnos con
el mundo que nos rodea haciéndolo desde múltiples puntos de vista cada vez que
lo hacemos desde la perspectiva de cada nuevo autor que exploramos, de las
personas que escriben; y dependiendo del criterio que le apliquemos a cada uno,
siempre existe la posibilidad que nos encontremos frente a especialistas
dedicados a temas de nuestro interés hasta charlatanes con la habilidad de
convencer a los editores de que sus libros se venderán aunque después nadie lo
lea.
Lamentablemente
la gran mayoría de la gente no aprecia al libro en este sentido, o en otra
infinita cantidad de puntos de vista que se nos pueda ocurrir frente a la magia
de un libro abierto. A las personas que leen mucho, generalmente pasan
desapercibidas (Ners) porque consumen largas horas de su vida leyendo. Pero aquellas personas
que han desarrollado un criterio para seleccionar sus lecturas, destacan por el
brillo de elocuencia, y porque, además de alfabetizados han logrado ascender al
plano de la betaganmatización, entonces estamos frente a alguien que además
puede transmitir en breves líneas, el tema esencial de una lectura y sobre
todo, contagiar a otros en el ejercicio de leer.
La
experiencia de los archivos es semejante a la de los submarinistas. Mientras el
común de los mortales no va más allá de contemplar el azul marino, sin hacer
consciente el hecho de que se trata de algo que en realidad es transparente, y
en la medida que nos oxigenamos lo suficiente, podemos conocer más de cerca el
origen de los fundamentos que llegaron a la superficie, bien sea a través de
revistas, folletos, periódicos, libros, discursos, documentales, películas,
programas de radio y televisión. Todo un sinfín de testimonios que dan fe de la
existencia de una vida, en apariencia diferente a la nuestra. Es en este punto
donde nos hallamos de frente a un oficio como el del historiador, vale decir,
de alguien que conjuga el verbo investigar en primera persona del plural,
porque se hace partícipe dentro de un diálogo que trasciende la vida de sus
colegas de otros tiempos quienes abordaron los mismos temas y a los cuales se
incorpora este exorcista del tiempo y el espacio humano.
Para
que esta magia exista es necesaria la identidad. Es preciso también que quien
escribe una historia lo haga saber al otro en esa cualidad de lo idéntico, algo
que nos identifica a ambos simultáneamente, valga la redundancia. Algo que es
propio a la familia, al vecindario, la ciudad, el país, al continente y a la
humanidad entera con quien compartimos la Histórica. Entendiendo ésta última en
su mínima común expresión como la historia sin divisiones espaciales y
temporales, como un instrumento de identificación de la comunidad para la
construcción de la ética liberadora. La historia como la liberación. Como la entendió el Cronista de Caracas Enrique Bernardo Núñez.
Hasta
este punto nos limitamos a advertir que más allá de lo placentero o lo
fastidioso que resulte pasar horas echado frente a un libro abierto está la
función liberadora del libro cuando se selecciona adecuadamente la lectura y se
comparte con otros seres que tengan, siquiera una característica similar a
alguna de las nuestras.
Escala
Primera de un viaje hacia la Humanidad
Enrique Bernardo Núñez, el Cronista de Caracas, nos dejó una concepción de la Historia como Liberación, que tampoco sus biógrafos, a igual que los de Francisco de Miranda, han colocado en el justo lugar que le corresponde. Su ensayo sobre Miranda y la vocación por la Libertad, el cual apenas son unas notas para un estudio que el historiador preparaba sobre Miranda. Es en su concepción de la historia, expresada en forma magistral en forma de novela, curiosamente publicada el mismo año que Doña Bárbara donde este genio de la pluma nos enseña el arte de hacer saltar a los personajes de la historia en este presente donde adquieren su verdadera dimensión de inmortalidad. Nos referimos a la novela Cubagua. Pero lo hacemos en virtud de hacer saltar a Miranda hasta el presente desde esa cama falsificada por Michelena, en su célebre cuadro, "La Venganza del Mantuano" . La invitación es hacerlo saltar de esa condena cultural, de ese mensaje subliminal que adormece la conciencia patria que nos distancia de la realidad histórica.
Enfocamos
y proyectamos nuestra reflexión desde el itinerario de un viaje que tuvo como
punto de partida la ciudad de Caracas con destino a la península ibérica, donde
comenzó su labor de levantamiento de información enciclopédica de las obras de
arte y los signos culturales que la civilización moderna había emprendido bajo
los influjos de la dominación cultural ejercida por los moros en España, desde
cuya base la monarquía española expandió sus dominios imperiales en un
territorio mayor que el de la metrópolis ibérica.
Un
día de 1771 que los descriptores de la vida de Francisco de Miranda repitieron
hasta el cansancio inicia una vida de viajes de alguien que salió el busca de
alcanzar la libertad a sabiendas, o sospechando por muy buenas fuentes que esta
libertad solo sería posible a través de la magia de los libros, en la habilidad
para desentrañar sus enseñanzas y convertirlas el algo conocido, o estar
próximo a encontrar en un futuro no muy lejano. La libertad a través del
conocimiento.
Además
de iniciar su carrera militar, Miranda amplió su formación realizada en la
Universidad de Caracas, cuna de un espacio intelectual como muchas en nuestra América. Pero al llegar a Cádiz inicia una nueva etapa en su formación mediante
clases particulares de los idiomas que llegará a dominar a la perfección y le
permitirán abrirse paso hacia nuevos horizontes haciéndose entender con su
vital inteligencia, expandiendo una ola de sabiduría por donde quiera que llegó.
Esto sería el valor asignado por el creador de una profesión única en su
especie, en su tiempo y en el nuestro. Él encontró un grado de utilidad a algo
que se había convertido en algo más que un hábito, la pasión de comprender.
Antes
de continuar con este personaje que tiene algo idéntico a nosotros, la
condición de Caraqueño, de venezolano, haber nacido o vivido los años
infantiles en este mágico lugar, tierra sagrada de los ancestrales habitantes
del valle del Guaire. Antes que todo debemos dejar formuladas a manera de
premisas, algunas interrogantes que nos deberán acompañar durante la travesía.
¿Qué
grado de utilidad asigna nuestra sociedad al acto de leer?; ¿Cuáles son las
necesidades que satisface?; ¿Qué bienestar o deleite genera estar echada o
echado dentro de un chinchorro, con buena luz, tranquilidad y silencio
suficiente como para poder estar allí, frente a una infinita gama de letras
capaces de trasladarnos a lugares y épocas diferentes y que luego, nos
trasladan de regreso realizados de nuevo durante ese viaje hasta el aquí y
ahora. Más de una década en corazón del Imperio más grande del mundo,
aprendiendo en integrando la relación entre todas las cosas, posiblemente el
ideal libresco aprendido y con dinero a mano llena como para no tener más
ambiciones que las espirituales. Recorrer el universo que de alguna manera
induce la universidad en forma abstracta, pero que para Panchito, implicaba el
reto de alcanzar esa universalidad de manera concreta. Pero no de la manera
banal como proyectando su propia personalidad como la mayoría de las personas
que se dedicaron a describir su vida.
Toda la Biblioteca de Miranda estaba destinada a esa nación Suramericana que diseñó Miranda para la Biblioteca de Caracas |
Para
explicar la personalidad de Francisco de Miranda es necesario no perder la vista del entorno
histórico geográfico donde su vida se fue forjando con la fuerza de la voluntad
de un martillo, pero conducida con la inteligencia y debida orientación de la
punta de un cincel. Entendemos entonces que en el mismo ambiente original se
forjaron otras personalidades, como Antonio José de Sucre quien llegó a Caracas
desde niño a prepararse para su carrera militar en la academia de matemáticas.
Simón Rodríguez que como expósito tuvo acceso a una información privilegiada, y
como amanuense de los Palacios y Blanco, traer sus libritos de contrabando con
la anuencia de su jefe, quien admiraba su inteligencia, formación y probidad,
razones por las cuales quiso colocar a su nieto bajo su tutela. Podríamos
hablar de Andrés Bello quien completó en la misma forma de Miranda en Madrid,
Bello lo haría en la capital intelectual de aquel entonces, Londres. ¿Qué había
sucedido allí para que se convirtiera en un foco de proyección de luces en
tiempo de la Ilustración?
En la Caracas del rey Carlos III, el grado de
utilidad no pasaría de la mera recreación, vale decir, crearse de nuevo como
una persona más instruida quien además lo ha hecho con profundo placer. Pero
para un pequeño burgués como Panchito, que estaba en posibilidades económicas
de pagar el precio de seguir leyendo, y salir al encuentro de ese mundo
proyectado desde los libros llegados en aquellos barcos que también podían
llevarlo a ese mundo donde estaba la gente que los escribía y la técnica que
los había impreso. La modernidad que se venía convirtiendo en hegemónica, y él,
con las posibilidades de navegar sobre la cresta de su ola. Tan solo porque
había nacido en un hogar que ejercía un oficio que le permitiría entrenarse
para poner el resultado de sus estudios, al servicio de la misma clase social
emergente que le estaba brindando las posibilidades de partir.
Durante
su primer destino español aprendió esgrima, música idiomas, geografía, historia, literatura clásica. Un entrenamiento intelectual para lo que el destino le tenía reservado. Pasaba la mayor parte de su
tiempo leyendo y haciendo notas de cuanto podía satisfacer su sed de
comprenderlo todo. Si su padre había despertado en Venezuela las envidias y
resquemores que lo llevaron al plano del litigio judicial por parte de la clase
decadente criolla, irritada ante la igualación a que había sometido el Rey y
las circunstancia de la época; en España sería la de la clase militar de un
país que había sufrido motines populares a causa de las necesidades
insatisfechas como sucedió durante el motín del Esquilache.
Motín de Esquilache Atribuido a Velázquez |
En medio de aquella
España hambrienta e ignorante que sufría los rigores de la exclusión y la
injusticia social en dimensiones más patéticas que el llamado Nuevo Mundo. Allí
Panchito derrochaba las ganancias de las fanegas de cacao vendidas por su padre
a los compradores metropolitanos, su padre el comerciante que ganaba más dinero
con menos riesgo que los grandes cacaos mantuanos que también se enriquecían
con la explotación de la mano de obra esclava.
En
nuestra cultura forjada en medio de una pedagógica para la dominación existe la
tendencia a confundir a la visión de totalidad con la dispersión, y a la
dispersión como tendencia a la pérdida del objetivo específico. Por tal motivo
pensamos en Miranda como al ser humano que encarna al ser universal en la
realidad de un itinerario por el universo de la cultura de la modernidad que se
configuraba durante su paso por esta vida y por esta historia. La universalidad
que la universidad deriva de la primera como representación de su espíritu, la
recorre con su mirada palmo a palmo construyendo una visión global de la
historia y la geografía como fundamento de una geopolítica y de un oficio de
consejero formado como resultado de su actitud integradora del conocimiento que
lo aproxima a la realidad a una distancia tal de sus biógrafos y de aquellas
maestras en la escuela de las primeras letras que han divulgado la descripción
de su vida, para verlo como a un simple precursor, que anunciaba lo que habría
de venir.
La
tan cacareada “universalidad del más universal de los venezolanos” no pasa de
ser una visión superficial de la verdadera dimensión de su universalidad de la
cual haremos referencia en la medida que continuemos avanzando en las diversas
escalas de su odisea. En esta primera escala se encuentra en el umbral del
Universo. Visita la capital del imperio más grande de la Tierra, mora en el
puerto por donde llegó la riqueza que lo hizo crecer. Él se formó en la
universidad del país que estaba produciendo la gran riqueza del Imperio,
proveniente de una familia que había acumulado un enorme capital en el menor
tiempo imaginable. Su universidad careció de la universalidad suficiente para
reconocerlo e incluirlo en su limitado universo por ser blanco de orilla. Será un proceso de tenaz y constante trabajo sobre la formación intelectual. No se trata de una iluminación mágica por efecto de un rito de iniciación. Es esfuerzo para formarse como intelectual. Esto último no lo puede entender un intelectual de pacotilla que lee enciclopedias tras un micrófono, que no encuentra mejor forma de explicar la causa de la admiración y el respeto que causó la formación intelectual a un profesional de la milicia que se mostraba como un especialista en las artes civiles de la guerra. La diplomacia.
Con los reales de vellón suficientes para pagar
su dote de capitán del regimiento de la Princesa inicia su carrera militar y
dedica el tiempo libre a reunir los insumos y la capacidad para recorrer el
universo descrito por aquella universidad que apenas alcanzaba proyectarlo como
una sombra sobre la pared de una caverna platónica. La universidad proyectada
como universo en su espíritu, en su simbología y en su analogía está ante
los pies de Panchito. Compra libros y se manda a cortar trajes de alta
costura. Estudia la geografía y la historia del mundo que se propone recorrer.
Tiene la universidad real a cada paso. No necesita proyecciones del universo.
Recorre la universidad de la vida. Va a
desarrollar su técnica que ya pone en práctica en Gibraltar cautivando a
personalidades importantes que le darían recomendaciones con otras
personalidades. El primero y el más determinante de ellos lo conoce en ese
puerto, y su tema de seducción han sido los libros, la transmisión de la fiebre
de leer.
De Jhon Turnbul nos ocuparemos en la segunda parte de esta entrega. Por ahora nos interesa dejar expresa la idea de que convertirse en un hombre universal significa algo más que recorrer el mundo, conocerlo y ser más famoso que Los Beatles. La universalidad es como la ética, ambas se forman en la identidad individual con una comunidad histórica y la integración de esa comunidad histórica en la humanidad entera. Unir, estrechar en la consciencia ese íntimo vínculo, la Unión.
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