domingo, 3 de septiembre de 2023

Bajo la Sombra de la Ceiba Enana Eloy Reverón

A la sombra de esta ceiba enana me cobijo.  Espero que lleguen las buenas ondas del día.  La ceiba sobrevivió a la locura del tránsito porque sus raíces están adheridas al fondo de un río que ahora discurre escondido debajo del asfalto. El Gamboa fue un río caudaloso que existió en otros tiempos cuya vaguada renace cuando llueve muy duro. Eso era cuando San Bernardino era una hacienda del marqués del Toro y del conde de Tovar,  justo donde ella creció estaban ubicados los linderos de aquellas comarcas de aquellos condados,  y luego de  aquella hacienda ya improductiva al  llegar la Venezuela de los petroleros y su economía que la convirtió en una urbanización para que los profesionales de clase media recién egresados de la Universidad Central e incorporados a todo el mercado circundante a la industria petrolera, con sus pobres que en sus chozas se acomodaron en ambos lados de la quebrada donde hasta hace no hace mucho no llegaba ni la  historia. Solo queda el recuerdo de unos árboles ancestrales en cuyas raíces juegan metras unos niños que cumplieron más de setenta años, y tampoco se oye el canto de las chicharras de aquel camino bajo un túnel de samanes  de aquella avenida Manuel Felipe Tovar  que marcaban la vega del antiguo río Gamboa que más abajo, poco más de dos cuadras, en un lugar llamado El paraíso de Gamboa, justo al encuentro con el otro río, el Anauco que desciende hasta la orilla de la primera calle de Caracas en la margen oeste del río Anauco, dónde nació el poeta César Rengifo. Y aquí, la Ceiba del Vizcaíno junto a   Cotufas y Eloy como testigos.
 
 

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